Juan Antonio Mazo, con una foto de su padre en la exposición. / ROBERTO RUIZ
-¿Qué papel jugó Bernardo Riego en la exposición 'Una memoria capturada en imágenes'?
-Él fue el verdadero punto de arranque. Yo había ido a la Consejería de Industria, cuando él estaba en el gabinete, a llevar unas fotos para un trabajo sobre la historia de la radio. Por medio de Emcanta se promovió la digitalización de 25.000 imágenes, con una selección previa de lo más significativo. Por su parte, el Aula de Patrimonio de la UC designó a un becario de Historia que contextualizó el archivo con la época, cómo salía Santander de la posguerra, el racionamiento... Para esta exposición se seleccionaron 61 imágenes y luego la idea es hacer una publicación, un libro con formato innovador.
-¿Un libro electrónico?
-Es posible, pero las tecnologías avanzan tanto que tal vez se haga una tormenta de ideas con empresas de Cantabria que sugieran el formato o el modo de llevarlo a la práctica.
-¿Cómo ha quedado la exposición?
-Por encargo del Aula, la comisaria de la exposición, Nuria García, ha hecho un trabajo espectacular en la plasmación en papel del trabajo de mi padre, con una calidad y un gusto exquisito. Todo el mundo que la ha visto, los primeros mi hermana y yo, todo han sido felicitaciones de lo bien tratada que esta la imagen.
-¿Cree que la selección refleja el conjunto de la obra inmensa de su padre?
-El objetivo de digitalizar el trabajo y la selección fue contextualizar qué ocurría en Santander en aquellos años. El archivo tiene 400.000 imágenes de todo tipo, y pueden salir un montón de temas: personajes ilustres, prensa, acontecimientos sociales, el FIS, la universidad... Muchos se irán descubriendo, pero éste es un punto de vista, una mirada, y son un fiel reflejo de lo que era Santander entonces.
-¿Qué diría su padre si la viera?
-Estaría tremendamente satisfecho, son fotos de las que le oí hablar tantas veces, es por lo que toda su vida estuvo luchando. La suya fue una generación que se dedicó a sacar adelante la ciudad, la región, el país, en años muy duros en los que trabajaban como bestias para sacar a la familia adelante. Si mi padre era tan versátil era porque había que ganarse el sustento. y su archivo ha sido el resultado.
-¿Cómo era su sistema de archivo de los más de 200.000 negativos?
-Fue un visionario al diseñar un sistema de archivo que es una auténtica joya. Cada carrete está envuelto en una fajita con su membrete, con su fecha, contenido, rollo a rollo en miles en cajas. Ha posibilitado el trabajo.
-¿Cómo le ayudaba usted?
-Yo fui el garante de conservar ese patrimonio, mi labor fue que se consiguiera lo que el quería: que estuviera al servicio de esta ciudad y de cualquier persona que quisiera estudiar, conocer, usar estas imágenes para la investigación.
-¿Qué recuerdos de infancia tiene con él?
-Yo dejé los estudios muy joven y me dediqué a ir con él, a rebufo de su pasión por la fotografía y el periodismo. Con 11 años empece a publicar fotos, yendo con mi padre a reportajes. A nivel humano me ha aportado un montón de experiencias, conocimientos... Hasta los años 90 hemos estado siempre juntos, y yo luego seguí aportando imágenes al archivo.
-¿Cómo era 'Cacho' Mazo?
-Tremendamente trabajador y muy servicial, siempre a disposición de su trabajo y de buena gana. Un extraordinario profesional. Y el periodismo le volvía absolutamente loco. Y El Diario Montañés era como su segunda casa.
-¿Arrastraba a toda la familia?
-A todos. En la época que había que esmaltar fotos ahí estábamos todos como posesos. Mi padre iba a una boda a la iglesia, hacía fotos, volvía corriendo a casa a revelar, y las llevaba hasta húmedas al banquete para venderlas. Era un trabajo de la leche y toda la familia le ayudábamos. Si hacía una boda en un pueblo se llevaba un pequeño kit de laboratorio en la bici, y en una pensión hacía lo mismo.
-¿Era difícil vivir de la fotografía?
-Mucho, y pasó algunas épocas enfermo. porque padecía lo que hoy se conoce como trastorno bipolar. Cuando estaba ingresado los recursos de la familia eran cero. En esos momentos mi madre fue el soporte de la familia, y teníamos que recurrir a ayudas. Yo estudiaba en el colegio de La Milagrosa, me daban comida en el economato, ella cosía para las monjas... Eran tiempos duros para mucha gente.
-Hable de los amigos de su padre.
-Tenía mucha amistad con Manolo Arce, director de la Sala Sur, otro intimísimo amigo era Víctor Merino, dueño del Molino de Puente Arce y del Riojano; y sentía auténtica devoción por Jesús Delgado, maestro de maestros del periodismo. Cuando murió mi padre me dijo, «Cacho, ¿para cuándo la exposición?», anda que no lo he recordado veces estos días, que al final no lo pudo ver.
-Retrató a todo personaje famoso que venía a Santander. ¿De qué foto estaba mas orgulloso, tal vez la del Rey?
-Siempre me hablaba de una foto en el Club Marítimo, del Rey adolescente en bañador, que entonces ni heredero era aún. Me hablaba también de Arthur Rubinstein y por supuesto de Ataúlfo Argenta, que era el tesoro del archivo. En mi casa había una gran admiración por Argenta. Y otros personajes cercanos para él eran Alsúa, al que tenía mucho cariño, a los Hermanos Tonetti...
-Los de aquí.
-Es que para él era locura y pasión por todo lo que fuera Santander. Y siempre, con su trabajo, trataba de hacer críticas en positivo, fotografiar aquello que no estuviera bien con el afán de que las cosas mejorasen. Fue un hombre feliz con su oficio y con grandes valores, que no se cuidó tanto a sí mismo como cuidaba a los demás. Un ejemplo maravilloso.